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martes, 25 de septiembre de 2012

ERE DE LA AVARICIA

 Afronto mi segundo despido con sentimientos encontrados.

 Por un lado, me fastidia. Por otro me divierte.
 Me fastidia porque es un incordio volver a estar "papeleando" con el tema del paro, con las demandas, con las fechas, con los juicios.....me divierte porque esta vez no me han entrado sudores frios ni me he acojonado pensando en un futuro incierto. Mi mayor lección la aprendí hace meses, y es básicamente que siempre hay futuro. Que nada se acaba con una empresa. Y sobre todo, que tarde o temprano la justicia y el tiempo ponen las cosas es su sitio.

 Pero vale, eso son grandilocuentes frases hechas que sólo cobran sentido cuando llevas mil batallas en las espaldas y sabes que cada minuto de cosas aparentemente insignificantes van dejando su huella.

 En este despido ya no soy el protagonista de lo que me pasa. Los protagonistas esta vez son los 40 que despidieron conmigo, y los que se quedaron dentro. Me veo en este proceso, que por supuesto me afecta directamente, como si fuera un espectador. Y observo las reacciones variopintas de los que hoy están pasando por lo que me tocó pasar a mi hace tiempo. Y diablos, cuanto se aprende!!!!!

 Creo que superé con nota mi fase de resentido. Cuando te despiden a ti sólo y ves que no se mueve un alma para apoyarte, la desilusión del principio se vuelve revanchismo. Pero el tiempo sana y enseña a entender que las personas, todas, tienen sus virtudes y defectos, y que en el fondo somos todos tristemente iguales. Me he puesto en todos los escenarios posibles y me he reconocido a mi mismo que si en vez de a mi hubieran despedido a otro aquella vez, quizás yo me hubiera comportado de la misma forma, con el mismo miedo y con la misma desidia que yo sufrí. No, no soy mejor que nadie. No estoy en posición de hacer reproches. Pero sí de sacar conclusiones y enseñanzas que trato de transmitir con mayor o menor fortuna.

 Conozco perfectamente las fases emocionales por las que pasa el despedido. En un principio te preguntas el típico ¿porqué a mi?...y las respuestas son varias. Las que le das a la gente en general -"ha sido un castigo porque he sido contestatario y rebelde" - "me tenían fichado porque no cerré la boca"..etc etc. Tratas de revestir lo que te ha pasado de la nobleza que imprime ser víctima de una injusticia. Pero allá adentro, en el fondo, tú te das a ti mismo los motivos que no dices en alto, y te asaltan las dudas. -" quizás no di la talla"-"quizás debí haberme callado"-"quizás no soy tan buen profesional como yo me creo y por eso pueden prescindir de mi"-"quizás no era tan buen compañero como pensaba"....... Y aquí viene la "depre" y los momentos de bajón.

 Los que no han sido despedidos pasan por momentos parecidos, pero a la inversa. -"joder, que putada que hayan despedido a fulanito", dicen en voz alta. En voz baja quizás digan "pero lo de menganito no me extraña, en parte se lo merece". Y para coronar esos pensamientos, se sienten afortunados de que el tifón pasara sin rozarles y alguno en su fuero interno debe de pensar que es por sus méritos. Porque es un/a gran profesional, responsable y trabajador.

 Pues bien....las elucubraciones de unos y de otros son falsas y engañosas.
 Ni a unos les han despedido por ser malos, ni a otros les han dejado por ser buenos. Y esto es algo que TODOS deben entender.

  Conozco a casi toda la plantilla de VRC y puedo decir con la boca llena que el 99% de ellos son gente íntegra, válida, capaz y decente. Siempre hay algún cretino/a, como en todo colectivo, pero creo que es algo anecdótico en el caso de esta plantilla. Somos gente joven, progresista, formada e íntegra. Y cada cual tendrá sus rasgos de carácter y su personalidad más o menos agradable o más o menos incómoda. Pero no somos ni un ejército de vagos, ni un ejército de quejicas ni un ejército de aprovechados. Muy al contrario hemos sido gente que lo ha dado todo por una profesión vocacional como pocas, y bien que lo hemos demostrado en los momentos que había que hacerlo.

 No es hora de repasar "la putada que me hizo zutanito" ni de valorar el comportamiento mezquino de abelardita en los momentos en los que, también comprensiblemente, competíamos en un mercado laboral duro. No, no es momento de eso.

  Es momento de entender que pertenecemos a una empresa que va mucho más allá del lícito interés económico que toda empresa privada tiene. No, no es una ONG. No nos debe nada. No es nuestra niñera. Y eso lo entiende cualquiera. Pero no hay que ser un comunista radical y un antisistema para ver cómo esta empresa se salta todos los límites de la decencia.
  No tienen en cuenta para nada las circunstancias personales, ni los méritos, ni los deméritos. Se rigen por números, y sin piedad de ninguna clase. Y por eso NADIE está a salvo. Repito: NADIE.
 Es momento de entender que este ERE DE LA AVARICIA está perfectamente definido en su forma y en su fondo. Es un asalto a las personas y a su dignidad. El desprecio absoluto a la formación, la entrega y la responsabilidad demostrada durante años. Es todo lo contrario de lo que nos enseñaron nuestros padres. Y por eso hay que combatirlo.

 Es momento de entender que hay que ofrecer resistencia. Que la sumisión no genera ningún mérito, más que el de conservar un trabajo alienante un tiempo más, pero sin ofrecer ninguna garantía de futuro.

 Es momento de entender que la fuerza para pelear y rebelarnos contra esas relaciones laborales que empresarios sin conciencia quieren generalizar, sólo se combaten desde la unidad y desde la fuerza de grupo que nos da la dependencia que ellos tienen de nuestra fuerza de trabajo. Quieren abrir brechas entre nosotros. Los despedidos y los que no, porque sólo así, dividiendo, tienen alguna oportunidad que no han tenido hasta la fecha, donde hemos defendido nuestros derechos al modo de un David contra un Goliat. Y es nuestro deber seguir haciéndolo. Por nosotros. Por nuestras familias. Por nuestros hijos.

  Los más débiles sucumbirán ante el miedo y la presión. Se venderán por una coordinación. Venderán a sus compañeros, y lo más grave, venderán su alma cegados y alienados por el terror de verse en el paro. Pero eso sólo debe generarnos lástima, nunca rabia. Esas personas, sin saberlo, estarán firmando su continuidad en la empresa, pero también su desprestigio personal y profesional en el futuro. Y cuando se den cuenta, van a tener serios problemas para corregirlo. No descarguemos nuestra rabia con ellos. Simplemente dan lástima.

 Ahora centrémonos en la lucha. En defender nuestros derechos y la integridad que nos enseñaron nuestros viejos. Demos motivos de orgullo a las personas que nos quieren bien, en el paro o fuera de él. No avergoncemos a nuestras familias rindiéndonos ante unos desalmados.
 Les pido unidad y lucha. Coraje y valentía. Y les aseguro que saldrán ganando, incluso en una improbable derrota.

 Ánimo.

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